El buen líder siempre debe actuar. La inacción suele derivar en la derrota, y el frenético ritmo de cambio del contexto en el que vivimos exige actuar permanentemente.
Si bien es cierto que en la mayoría de casos no contaremos con toda la información necesaria para trazar el camino de acción más correcto, en otras ocasiones sucederá también que el nivel de riesgo e incertidumbre nos incentivará a no actuar. Ahora bien, hay que ser contundente: mantener la fortaleza de la empresa exige decidir y hacer. Sólo así se crecerá. Y es que, si no lo hacemos, nuestros competidores actuarán por nosotros.
Esto no significa que se deba actuar sin pensar; la reflexión es necesaria, pero no debemos detenernos ni siquiera ante los riesgos de nuestra acción.
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