La fuerza de la naturaleza es imparable. Es imposible luchar contra sus leyes y un error tratar de enfrentarlas. No es un error, sin embargo, comprender las dinámicas de la naturaleza y utilizarlas a nuestro favor.
El buen empresario sabe defenderse en el entorno en el que ha de actuar. Y este conocimiento, en tanto que necesidad, requiere empaparse de todos los factores y comprender cómo actúan, a fin de aprovecharlos efectivamente en su favor.
De la misma fuerza de la naturaleza se desprende otra premisa clave: si algo no es modificable, no vale la pena luchar contra ello. ¿Para qué consumir energía en aquello inamovible? La realidad es que, al intentarlo, nos consumirá unos recursos muy valiosos y perderemos la oportunidad de invertirlos en aquéllas situaciones en las que, por contra, sí tenemos capacidad de intervención.
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