En un contexto donde la excelencia en el rendimiento radica en la mayor especialización de los individuos en aspectos profesionales muy específicos, el éxito de una acción colectiva como es la acción empresarial radica en la capacidad de colaborar y cooperar con otras personas. El afianzamiento de buenas dinámicas de grupo en la acción empresarial generará unas sinergias muy beneficiosas de cara a obtener un mayor rendimiento de la empresa. Los valores grupales como el compañerismo, la solidaridad o la coordinación nos ayudarán a generar estas sinergias, y estas nos ayudarán a alcanzar el éxito.
Para Henry Ford era imprescindible el trabajo en equipo, única forma de alcanzar el éxito. En un entorno empresarial donde la especialización de cada uno de los integrantes del grupo es comúnmente bastante elevada, resulta crucial que las barreras existentes sean derribadas mediante la cohesión, la coordinación, el trabajo conjunto y la confianza en los compañeros. Debido precisamente a esa necesidad de especialización, la complementación es requisito imprescindible, y todas las acciones que nos lleven a generar esa sinergia son factores que derivan en la excelencia del rendimiento del grupo, y a la postre, a la consecución de las metas buscadas. Es el progreso en este avance integrador el que marcará el grado de implicación del equipo y así lo refleja la cita de Ford, que no deja dudas sobre la relación unívoca entre el triunfo y trabajar juntos.
Potenciar los valores grupales en nuestro proyecto empresarial redundará en un aumento considerable de las expectativas de éxito. El compañerismo, la solidaridad, el pensamiento colectivo frente al individualista, la pertenencia a un proyecto común más allá de los beneficios puramente económicos de cada uno o la capacidad de formar equipo son características vitales para lograrlo.
El nivel que alcanza la cohesión se puede medir mediante dos parámetros: el primero es la motivación. En un equipo que se siente poco cohesionado, con un proyecto que no ve como suyo, sus partes no parecen encajar y por tanto se percibe que no hay posibilidades reales de alcanzar las metas. Esta baja moral lleva a la alienación del proyecto con respecto a la persona, no sólo de nuestra propia empresa, sino con las que trabajamos normalmente o tenemos relación. La percepción de falta de coordinación y la desmotivación son síntomas perceptibles por los integrantes de nuestra empresa y el entorno que nos visita o tiene relación con ella. Y huelga decir que esta imagen es muy negativa para el progreso. El segundo parámetro es la eficacia en el rendimiento. Cuando las personas que forman nuestro proyecto no logran comunicarse o comprender el trabajo de los otros y cómo este redunda en el conjunto, se producen descoordinaciones que, como poco, hacen fluctuar el rendimiento global. A veces los individualismos añaden más leña al fuego y levantan barreras que hemos de eliminar en todas las capas de nuestro equipo. Es necesario hacer ver que todo el mundo es parte del proyecto, sea cual sea su función. Las frases que deben imperar son las basadas en la primera persona del plural: “Somos capaces”, “Hemos conseguido”, “Vamos a lograr”, “Hemos llegado”. Lograr la excelencia en el rendimiento pasa siempre por el empoderamiento del equipo.
Por supuesto, no hemos dejar de lado en ningún momento los procesos y métodos que permiten la integración exhaustiva de todas las partes. Estudiar las formas más idóneas de comunicación y establecer sistemas de relación interpersonal adecuados a nuestra empresa y funciones es vital. Fomentar la participación del equipo en labores de grupo, estudiar los puntos flacos que puedan existir en las relaciones entre diferentes personas con distintas funciones o examinar la capacidad de liderazgo y motivación de los responsables será algo que nos acompañe al camino del éxito.
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