Lo que presenció Venezuela y el mundo el pasado domingo 11 de junio fue un espectáculo fruto del talento y del trabajo de un grupo que creyendo en sus capacidades se ganó el respeto del mundo del fútbol. Un subcampeonato que sabe a campeonato, una derrota que, aunque dolorosa, deja bases firmes para el inicio de un ciclo que comienza con un pie en la historia y que, si se sigue gerenciando de esta manera, podrá escribir capítulos enteros llenos de éxitos y emociones.
Entre tantos artículos que leí, enterándome del avanzar de la Vinotinto Sub-20 en el Mundial de Corea del Sur, no olvido una descripción que decía algo como: “Venezuela juega, se gusta, hace goles y se divierte. Pero también es buena defendiendo y se crece cuando el partido la pone contra las cuerdas”. En esa sentencia están plasmados algunos conceptos básicos de la gerencia que, creo, fueron los pilares de los éxitos de esta selección, como la capacidad de trabajo, la confianza en la estrategia que se aplica; su efectividad y su seriedad, además de mostrarse fuerte en los momentos difíciles.
La capacidad de trabajo de este equipo quedó clara al jugar los partidos que fueron a tiempo extra, y hasta a resolverse en las llamadas penas máximas, cuando los jugadores mostraron su resistencia y fuerza para no rendirse sin alcanzar la victoria. La confianza en la estrategia y entre los compañeros se notó porque nunca jugaron de otra forma; los jugadores hicieron un trabajo táctico muy dedicado y ese “fútbol sin balón”, que muy pocos entienden, hizo brillar a los protagonistas con un trabajo de obreros, dedicados y concentrados en su labor. La efectividad que consiguió este equipo eran los premios en forma de goles a todo lo anteriormente dicho, pero con mucha capacidad para finalizar, lo mismo que para defender y calmar los ánimos en momentos difíciles.
Comparándolo con una empresa, esta compañía estaba total y completamente sincronizada en todas sus dependencias, departamentos o gerencias; nadie le escapó a sus responsabilidades y todos disfrutaron con el mismo nivel de compromiso y protagonismo.
Claro que no estaríamos hablando de una fórmula exitosa si no lo hiciéramos en el marco del liderazgo que tuvo este grupo de grandes competidores, talentosos muchachos venezolanos que se fueron preparados para este campeonato. De hecho, varios analistas coinciden en colocar “la preparación” de este equipo como su gran secreto. Este grupo se fogueó con la selección de mayores y en escenarios internacionales para tener un roce que les dio la madurez de enfrentar los retos de este mundial, con el cuero curtido de quien ha sobrevivido y triunfado en mil batallas.
El periplo de esta Vinotinto Sub-20 para la preparación de esta cita mundialista, nunca fue tan organizado, planificado, intenso y preciso, por eso los jugadores llegaron a tan alto nivel. Incluso los que llegaron arrastrando secuelas de alguna lesión, como es el caso de Soteldo, un 10 de gran nivel que llegó a media máquina a Corea, mostraron brillo en sus actuaciones.
Quiero insistir en el liderazgo porque se le notó lleno de experiencia, paciencia y manejo de grupo. Sembró la cautela cuando las victorias eran demasiado evidentes y apretó los dientes cuando hubo que dar instrucciones para cada penalti que se cobró en los momentos de mayor tensión, esto habla del técnico Rafael Dudamel como uno con una gran personalidad y manejo de grupo, lo que se notó para bien en los resultados de este conjunto, que representó a todo un país.
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