El ser humano tiene, en su naturaleza, el instinto de huir de la culpa y de la responsabilidad. Esto hace que cuando una circunstancia no es del todo favorable, -por ejemplo, el éxito de una labor empresarial o profesional- las personas traten de eludir su responsabilidad, de culpar a otros factores de sus errores o, incluso, de desviar conscientemente la atención del problema.
Cuando las circunstancias son favorables, en cambio, las personas tendemos a involucrarnos. Buscamos ser parte del éxito acaparando el mayor grado de responsabilidad posible sobre el mismo. Queremos sumarnos al triunfo.
El objetivo: atribuirnos el éxito. Porque todos queremos ser padres del éxito. Y nadie quiere apadrinar un fracaso.
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