La vertiente psicológica del emprendimiento: habilidades mentales y emocionales que ayudan al éxito empresarial

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Emprender es siempre una apasionante aventura, pero también una carrera repleta de obstáculos. Del modo en que se respondan a los problemas y contratiempos que irán surgiendo en el camino dependerá en gran medida el éxito que obtendrá la empresa en el futuro.

Para afrontar los retos de todo tipo que se presentarán, resultarán fundamentales las habilidades mentales y emocionales que se sea capaz de desplegar, ya que una de las vertientes más esenciales del emprendimiento es precisamente la psicológica.

En las siguientes líneas profundizaremos en algunas de las cualidades y destrezas mentales básicas que tarde o temprano los emprendedores deben de sacar a relucir para poder cumplir sus objetivos, y materializar los proyectos que tienen en mente en realidades tangibles.

Algunas capacidades psicológicas son más innatas y otras resultan más bien fruto del aprendizaje, pero todas se pueden cultivar para llegar a la meta deseada.


1-Pensamiento a largo plazo para materializar una visión

Tener una visión clara de lo que se quiere lograr, y estar animado por una pasión que impulse a trabajar duro para hacerla realidad suponen unos prerrequisitos fundamentales antes de embarcarse en un proyecto de emprendimiento.

No hace falta que sea una visión grandiosa, al modo de las que pudieron tener Steve Jobs, Bill Gates u otros iconos de la innovación que han marcado una era, simplemente se trata de tener claro qué se quiere lograr, y trazar una hoja de ruta para obtenerlo, estando preparado por supuesto para los abundantes imprevistos y dificultades que surgirán en el camino.

Para ser capaces de realizar buenas proyecciones a futuro y trabajar cada día teniéndolas presentes resulta clave lo que en psicología empresarial se denomina como pensamiento a largo plazo, esto es la percepción nítida de un escenario que se quiere alcanzar en un futuro lejano (pero previsto de antemano, a 10 años vista a lo sumo), y orientar lo que se hace diariamente hacia su materialización.


2-Resiliencia

La resiliencia para sobreponerse a los contratiempos es una de las cualidades más importantes para un emprendedor, ya que precisará estar dotado con la fortaleza mental y emocional necesaria para afrontar los obstáculos, reveses y sinsabores que se le presentarán en el camino.

No se trata de hacer una glorificación del fracaso al modo que hacen ciertos gurús del emprendimiento, que lo presentan prácticamente como la única cuna del éxito, pero sí de ser consciente que en el largo viaje para conseguir llegar a la meta deseada aparecerán bastantes crisis, habrá muchos días difíciles, y probablemente surgirán varios momentos en que lo cuestionarás todo y te apetecerá tirar la toalla.

Pero tener la capacidad resiliente para poder absorber los golpes más duros, aprender de ellos e incluso seguir luego con una energía renovada tras haberlos superado es algo que resulta clave para decidir el éxito de cualquier emprendedor.


3-Autodisciplina

Para poder enfocarse en una meta a largo plazo salvando los obstáculos que siempre se presentan en el camino, es muy importante otra cualidad mental: la autodisciplina para trabajar en pos de los objetivos establecidos, ser consecuentes con lo que ello implica a la hora de hacer cosas que apetecerán más y apetecerán menos, así como para no buscar atajos ni conformarse por ir a lo fácil con una meta menor que está por debajo de nuestro potencial.

Además, la autodisciplina es fundamental para mantenerse productivos trabajando duro cada día, ya que de nada vale la brillantez de una idea e incluso la formulación de un plan de negocio prometedor si luego no se persiste con una ejecución tenaz que no entienda de dejar cosas para mañana.


4-Tolerancia al riesgo y la incertidumbre

El manejo de la incertidumbre es una habilidad psicológica fundamental para cualquier emprendedor, por lo que debe estar dispuesto a asumir riesgos, tomando decisiones audaces cuando sea necesario, y siendo consciente que si no salen bien mirando hacia atrás en retrospectiva siempre van a parecer imprudentes.

Igualmente, emprender implica tener la fortaleza mental precisa para moverse en medio de la incertidumbre, en ecosistemas de negocio profundamente cambiantes e inestables, que hablando tan solo de los últimos años han tenido que lidiar con una pandemia mundial, y con una guerra que ha afectado al abastecimiento energético global, la cadena de suministro y al funcionamiento normal del comercio internacional.

Por no hablar del papel disruptivo en infinidad ámbitos de negocio que están ya jugando tecnologías como las inteligencias artificiales.

Todo esto requiere una altísima tolerancia a la inestabilidad de la incertidumbre, porque de lo contrario es muy fácil que emerjan las preocupaciones, y que incluso se transformen en temores paralizantes, agujeros negros que atrapan la energía y producen un gran desgaste.

Por ello, aunque siempre pueda ser recomendable prever todo tipo de escenarios, incluyendo los peores, y trazar estrategias de plan A, B e incluso C si es factible, lo cierto es que dejarse llenar de preocupaciones que luego no se materializan supone ir añadiendo piedras a una mochila que llegará un momento que será imposible de cargar, máxime si consideramos que también estará repleta de problemas reales.

Con todo, antes de diseñar un proyecto de emprendimiento siempre es básico sopesar con qué modelo de negocio se va a estar más cómodo, porque si bien lanzarse a la piscina con una empresa conlleva inevitablemente la incertidumbre, hay opciones que implican menos riesgo.

No es lo mismo, por ejemplo, para un desarrollador de software aventurarse con una start-up haciendo una importante inversión con ahorros que no son propios a la espera de business angels o que el proyecto esté lo suficientemente maduro para abrir rondas de financiación, que darse de alta como autónomo y comenzar un pequeño negocio de servicios digitales en remoto, desde casa y con una infraestructura limitada a un ordenador y una conexión wifi.

Así, vemos que la capacidad de introspección también sería una habilidad psicológica básica a la hora de definir las propias prioridades, y la tolerancia al riesgo que uno mismo puede asumir, partiendo de la base de que emprender es siempre moverse por un escenario cambiante, que requiere flexibilidad y adaptabilidad para amoldarse a la irrupción constante de nuevas situaciones e imprevistos.


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5-Habilidades de comunicación y persuasión

Asimismo, los emprendedores han de tener la destreza necesaria para comunicarse de manera efectiva y persuasiva para convencer a inversores y clientes, pero también para alinear a su equipo con los objetivos de la empresa.

Aquí entra en juego también la inteligencia emocional, que es clave para infinidad de aspectos esenciales inherentes al emprendimiento, como comprender los deseos de los demás, manejar el estrés propio y ajeno, motivar, negociar, resolver conflictos, etc.

Además, la inteligencia emocional juega un papel decisivo en el liderazgo, desde la propia capacidad para conformar grupos cuyas habilidades interpersonales se complementen, y también a la hora de abrirse a otras perspectivas de los integrantes del equipo, que contrarresten fenómenos psicológicos a los que inevitablemente somos permeables, como los sesgos de confirmación, que por ejemplo nos puedan llevar a percibir que una determinada estrategia que hemos ideado funciona por indicios objetivamente endebles cuando en realidad no lo está haciendo.


La vertiente psicológica del emprendimiento es un tema apasionante que tiene muchas facetas, si bien no habría que perder la perspectiva considerando que el despliegue de destrezas y habilidades mentales basta para alcanzar el éxito deseado, ya que en los cimientos de cualquier proyecto emprendedor debe haber una idea originaria e innovadora que sirva para solucionar problemas o resolverlos mejor, o bien para desarrollar productos y servicios que si no son únicos aporten un valor añadido, o que al menos pueda percibirse como tal.



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